Un coleccionista de Texas hizo estallar las redes sociales al publicar imágenes de un muñeco hiperrealista de Henry Cavill en silicona, con detalles anatómicos minuciosos por encargo del estudio británico SD Sculpt & Design.
La figura fue solicitada por James Robertson-Reavis, quien es abiertamente gay y ha acumulado una extensa colección de piezas. En su declaración para medios especializados, Robertson-Reavis señaló que esta es la primera creación con apariencia humana tan realista dentro de su repertorio.
Se incorporaron pelos en brazos y pecho para aumentar el realismo.
En videos detrás de cámaras, aparece parcialmente desnudo con un logo de Superman cubriendo la zona genital, lo que generó especulaciones respecto a su naturaleza anatómica.
Aunque algunos medios señalan que la figura es “anatómicamente correcta”, Robertson-Reavis fue claro: no está diseñada como muñeco sexual propiamente dicho, sino para exhibición y uso artístico.
El muñeco ya cuenta con su propio perfil en Instagram y ha sido protagonista de publicaciones que lo muestran en escenas cotidianas simuladas mediante inteligencia artificial, como si conviviera con sus dueños.
Los videos del proceso de creación, envío e instalación se viralizaron en plataformas como TikTok, contribuyendo a que muchos usuarios comentaran que semejante realismo “haría prescindible una pareja real”.
Robertson-Reavis declaró que no ve problema con el uso del realismo mientras no haya engaño: “Si no estamos usando IA para estafar o manipular, no veo daño en algo de uso personal”.
Sobre los costos, dijo que trabajos como el suyo suelen oscilar entre US$ 7.000 y US$ 12.000, cifra que convierte estas obras en piezas exclusivas dentro del mercado de coleccionismo.
Este caso abre un debate interesante en torno al límite entre la admiración extrema, el arte hiperrealista y la ética de replicar rostros públicos. ¿Hasta qué punto una obra puede honrar al ídolo y cuándo puede rozar la imitación invasiva?