En tiempos donde todo se monetiza, incluso la autenticidad, hay quienes logran la hazaña de convertir su verdad en una marca imbatible. Es el caso de Oscar Tito, comediante gay peruano que dejó de ser “el chico gracioso de los grupos de WhatsApp” para convertirse en un imperio humorístico con más de un millón de seguidores en TikTok y una agenda tan apretada como su sentido del sarcasmo.
Pero no siempre fue así. En una reciente entrevista, Oscar Tito confesó haber sido “comediante de clóset”, no solo por su orientación sexual sino porque durante años su humor vivió en la sombra, reservado para sus círculos íntimos. Recién en pandemia —como muchos talentos que emergieron entre encierros y ansiedad— decidió subir sus primeros videos a TikTok. El resto es historia, likes y contratos publicitarios.
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El éxito de Oscar Tito no solo reside en su estilo frontal, queer y sin censura, sino en una inteligencia para entender los códigos de la viralidad. “No vendo chistes, vendo momentos que todos vivimos pero nadie se atreve a contar en voz alta”, declaró. Su capacidad de reírse de sí mismo, desde el drama de ser el único gay en la familia hasta las citas fallidas en Grindr, lo catapultó a un público que no busca perfección, sino identificación.
La autenticidad vende, y Oscar Tito lo sabe. Ha trabajado con marcas de todo tipo, desde productos de skincare hasta campañas de salud mental, siempre desde una perspectiva inclusiva y sin perder su voz. “El marketing necesita más pluma y menos poses”, ironiza en uno de sus videos más virales.
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Oscar Tito no solo ha encontrado su lugar en las redes, también en el corazón de una nueva generación que ve en él un referente LGBT+ que no necesita disfrazar sus palabras. En un país como Perú, donde la homosexualidad aún es tema tabú en muchos espacios, su visibilidad —tan desvergonzada como necesaria— se transforma en un acto político.
Y mientras muchos aún se preguntan cómo convertir su presencia digital en un negocio rentable,Oscar Tito ya lo logró: vende risas, sí, pero también autenticidad. Y eso, en tiempos de filtros y apariencias, vale oro.
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