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En una sociedad que aún arrastra tabúes sobre la desnudez, surge una propuesta que desafía la vergüenza y promueve la autoaceptación: compartir momentos sin ropa con amigos. Esta práctica puede generar confianza, reforzar la autoestima y fortalecer los vínculos de amistad.
Si bien en la cultura occidental la desnudez suele asociarse exclusivamente con la intimidad sexual o la vulnerabilidad, en otras sociedades y comunidades queer es una forma de celebrar el cuerpo sin juicios ni etiquetas. La propuesta sugiere que, al naturalizar la desnudez entre amigos, se derriban barreras impuestas por los estándares de belleza y se fomenta una relación más sana con el propio cuerpo.
Experiencias como visitar playas nudistas, compartir baños termales o simplemente pasar un rato sin ropa en un entorno de confianza pueden reducir la ansiedad corporal y ayudar a desexualizar la desnudez. Además, sostiene que este tipo de interacciones pueden generar un sentimiento de camaradería más profundo y genuino.
Lejos de ser una moda pasajera, la desnudez entre amigos aparece como una herramienta de empoderamiento y conexión. En un mundo donde la imagen sigue teniendo un peso determinante, animarse a mostrarse tal cual uno es, sin filtros ni artificios, puede ser una declaración de libertad y autenticidad.